Los vecinos de Ingeniero White, el puerto situado a escasos kilómetros de Bahía Blanca, pueden abrir sus ventanas y ver la temeraria imagen que devuelven los buques gaseros , con los que deben convivir durante cada invierno. No son buques como los que están acostumbrados a ver en los muelles. Cada uno de estos puede llevar una carga de entre 30 y 60 mil toneladas de gas líquido, que se deriva a una planta que comprime 600 veces ese gas, para inyectarlo en una tubería.
White no es solamente un pueblo a orillas del mar; además del puerto de aguas profundas, allí funciona el Polo petroquímico más grande del país.
Los whitenses tienen motivos de sobra para estar asustados ; el ruido que se produce durante el proceso de regasificación es fuerte y les altera los nervio s. Antes de la llegada de los buques hubo una audiencia pública donde los vecinos expusieron sus temores y se conmovieron hasta las lágrimas al explicar a los funcionarios cómo es vivir en estado de riesgo inminente , ya que vienen soportando desde hace años escapes y derrames. Pero nadie los escuchó y saben que las promesas de seguridad no son más que un simple deseo.
El año pasado se supo que en mayo de 2008 se había advertido que las operaciones náuticas para que operen los buques fueron aprobadas de manera precaria, básicamente porque los canales de navegación no reunían las condiciones necesarias conforme al tamaño de los buques y a la carga inflamable que portan.
Otro capítulo del mismo estudio habla de la probabilidad real de que ocurra un derrame de gas extremadamente peligroso Sin embargo, nadie dio respuesta formal a los reclamos que formularon organizaciones ambientalistas de Bahía Blanca y el propio Concejo Deliberante.
Fuente: Clarín Los buques regasificadores, una amenazante presencia
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